Por Pablo Castillo
La situación de Mauricio Macri es cada vez más compleja. Paralelamente al procesamiento por las escuchas ilegales, en los próximos días, el ingeniero puede quedar comprometido en otro asunto aun con mayor contundencia desde el punto de vista estrictamente jurídico: la irregular concesión del gobierno de la ciudad de parte del Inmobiliario Urbano a los ya procesados hermanos Terranova. Favores a amigos y negocios privados, amparados desde el ejercicio de la función pública, terminan dándole visibilidad a un modus operandi casi permanente de importantes sectores empresariales argentinos. Neoliberales en lo ideológico, pero que después buscan crecer a través de utilizar al Estado como socio bobo en función de sus intereses particulares.
Y, más allá del desesperado intento de los medios de comunicación hegemónicos en invisibilizar estas cuestiones o derivarlas a la página 24 de los periódicos, en algún momento la realidad se les termina imponiendo. No obstante, sin desconocer estos textos fuertes del código genético del macrismo, nos interesa detenernos en algunos gestos que pueden parecer imperceptibles pero que dan cuenta de cómo se configura la matriz profunda de aquellos que vinieron a instalar la NUEVA POLÍTICA en nuestra ciudad, con pretensiones de extenderla a la Nación toda en el 2011.
Hace unos días, su mejor candidata para las elecciones porteñas del año que viene, Gabriela Michetti, declaraba en la revista Noticias: “Un montón de veces quisiera tirar la toalla”. Después, continuaba quejándose del poco tiempo que la política le dejaba para hacer otras cosas: “esta profesión es muy absorbente” y, por último, culminaba con una frase lapidaria: “si todavía tenés mas o menos cierta salud mental, no podes dejar de preguntarte ¿qué haces en esto?”. Ese desprecio por las construcciones colectivas, por la militancia, por la solidaridad o simplemente por el vecino o la vecina -como le gusta decir al ingeniero- que no tuvo la suerte de nacer en Barrio Parque, y sobrevive peleándole a la vida en Soldati o Lugano, se pone nuevamente de manifiesto, cuando refiriéndose a las personas que viven en situación de calle, comenta: “a ellos les gusta vivir así…”
Pero no es solo ella. El jefe del Bloque del Pro en la Legislatura, Cristian Ritondo, en el peor momento del pobre Mauricio, se fue de vacaciones de invierno con su familia a Disneylandia, porque se lo había prometido a la mujer. Hay un chiste que circula en la Legislatura que dice que si le preguntas a los diputados del PRO por los problemas del sur, piensan inmediatamente en que aun no hay nieve suficiente en Esquel o Bariloche para la temporada de esquí.
Sin embargo, lo que queremos señalar –aunque sea políticamente incorrecto- es que ese modo de funcionar individualista, egoísta, de pensar a la política como profesión y no como compromiso solidario con los otros, no es de ninguna manera patrimonio exclusivo de esa fuerza política. Hubo también ciertos progresismos que funcionaron en esas coordenadas en la ciudad. Y, quizás, tiña de alguna forma los modos en que todavía algunos compañeros siguen pensando la política local. Donde los posicionamientos personales o los tiempos mediáticos de exposición, sobredeterminan prácticas y estrategias colectivas de mayor vuelo. Aun más allá de discursos compartidos y adversarios y enemigos comunes.
Por eso, en medio de este desastroso saldo social que nos va a dejar el macrismo: aumento de la mortalidad infantil, creciente privatización del espacio público, ausencia de un Plan global de crecimiento con inclusión para la ciudad que contemple el área metropolitana, también habrá que detenerse en los modos de construcción que nos planteemos los sectores populares, no solamente para ganarle a la derecha en el 2011, sino para gobernar. Porque de lo contrario, las nuevas frustraciones estarán otra vez, a la vuelta de la esquina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario