La ciudad de Buenos Aires parece fácil de gestionar: piloto automático; un buen slogan publicitario: Haciendo Buenos Aires, y se la va llevando.
Sí hay promesas de campaña incumplidas, la culpa la tiene como siempre el Gobierno Nacional: que retuvo partidas, que no dio los avales correspondientes, que arrastró a la heterogénea oposición local en la Legislatura para ponerle palos en la rueda al ex presidente de Boca.
Sin embargo, lo que no entiende el Ingeniero, el que venía a resolver los problemas de los porteños con la nueva política, es que el modelo gerencial que impuso le hace agua por todos lados.
No solamente son las escuchas y el procesamiento (datos para nada menores), sino ahora también se suman los colegios secundarios, que se caen a pedazos, la falta de aulas en las primarias y pre-escolares de la zona sur, los hospitales a los que les faltan insumos mínimos y el aumento de la mortalidad infantil en los lugares más vulnerables de esta misteriosa Buenos Aires. El Jefe de Gobierno Porteño pasea por París, mientras en Palermo, la desidia o la corruptela (o un poco de ambas), termina con la vida de dos adolescentes.
Sin embargo, Macri está preocupado porque los chicos y las chicas hacen política. Esas declaraciones a días de un nuevo aniversario -el número treinta y cuatro- de La Noche de los Lápices, no es casual. Apunta a que el miedo le resuelva de cara a la sociedad, lo que la política no puede. La derecha puede alegar cualquier cosa, pero nunca que no sabe de lo que habla.
Igualmente, apoyarse en lo peor del sentido común de los noventa, ya no le dará resultado. Tampoco seguir congraciándose con Clarín, que hace rato le soltó la mano y busca entre los escombros del Grupo A de Diputados, otro candidato que califique para poder enfrentar a Néstor o a Cristina en el 2011.
Así anda, Mauricio por estos días, encerrado en Avenida de Mayo, con las cartas marcadas, sin siquiera con la mínima convicción para dar vuelta el tablero.
Algunos le recomiendan que se quede en la ciudad y la proyecte a Michetti de vice de alguna de las fórmulas opositoras. Otros, lo alientan que siga contra viento y marea la carrera presidencial.
Mientras tanto, al kirchnerismo porteño nos cuesta ordenar nuestros objetivos: elaborar un proyecto integrador para Buenos Aires que contemple al área metropolitana. Sin Proyecto Nacional no hay proyecto para la ciudad. Sin política territorial y para las comunas, no hay gestión transformadora. El 2011, como el futuro de la canción de los Redondos: llegó hace rato.
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