Por Pablo Castillo
Diecinueve años después que la dupla Menem-Cavallo entregara la posesión de la Rural a un precio irrisorio constituyendo uno de los casos más emblemáticos de despojo del patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires, el actual Jefe de Gobierno porteño envió en a la legislatura un nuevo proyecto para rezonificar ese predio. Muchas veces, cuando se pretende asemejar al PRO con las líneas principales del modelo neoliberal duro de los noventa, aparece -en la percepción de algunos sectores medios urbanos- la idea que esa intención estuviese demasiado impregnada por la lucha política coyuntural.
Y, más allá de nuestro profundo desacuerdo con las políticas socio-ambientales del PRO, esta nueva rezonificación tiene como trasfondo favorecer abiertamente a su socio político en las elecciones de junio del año pasado, Francisco de Narváez, quién actualmente gerencia ese emprendimiento. Porque en la lógica de la cultura empresarial de la cual ambos provienen, las eventuales diferencias personales y ¿políticas?, no deben funcionar opacando el clima de negocios y más si éstos son sumamente redituables y a expensas del Estado.
Así, Macri enmascarado detrás de la necesidad cierta, que la ciudad cuente con un Centro de Convenciones asimilable al de otras capitales importantes, pretende ocultar un negocio que beneficia a muy pocos. Que perjudica a unos cientos de miles de vecinos que viven o transitan diariamente las calles palermitanas pero que fundamentalmente sigue teniendo como eje principal de gestión la profundización de la inequidad entre el norte y el sur de la ciudad, en servicios, infraestructura, calidad de vida y distribución del ingreso.
Este modelo, donde se apuesta al mercado como ordenador, con triunfadores y perdedores, con ciudadanos de primera y de segunda, es el que nos propone Macri y sus socios y socias para la ciudad y para la Nación.
Por eso, mientras este año se conmemora un nuevo aniversario -el trigésimo cuarto- del Golpe Militar más sangriento y feroz de nuestra historia, la política del PRO en la ciudad se vuelve cada vez más sectaria e elitista,
Pero paralelamente a esto queda expuesto con mayor visibilidad las tareas y las responsabilidades de los sectores nacionales, populares y progresistas en esta etapa de intento de avance neoconservador.
De lo que se trata simplemente es de no confundir la agenda ni el orden de los debates que este momento político-social demanda.
No recuperaremos la ciudad para todos sin una construcción territorial generosa, colectiva y participativa que le dé sentido y sustento a nuestras proclamas. Ni habrá ciudad inclusiva sin Proyecto Nacional que la sostenga.
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